Querido Diario: a 10 años de la “Odisea” de Alex Anwandter

Odisea Alex Anwandter 10 años

El fin de Teleradio Donoso, por ahí a finales del 2009, fue de esas noticias que ensombrecieron nuestros adolescentes corazones. De alguna forma, la banda formulaba un cúmulo de recuerdos juveniles, acompañando sonoramente las penas y alegrías de la época. Esa idea de hacer mescolanza entre el bailar y el llorar la creíamos definitoria de nuestras personas, y ahora comenzaba una nueva Odisea.

Pero la ruptura vino con la promesa, y parte constitutiva de nuestra forma de hacer relaciones es justamente esa capacidad de entender qué cosa es una promesa. Se prometía un nuevo disco, un nuevo formato, nueva música y nuevo nombre. Todo nuevo, cuando creíamos estar felices con lo que teníamos. Reconozco que por esas fechas tenía pocas expectativas, y pocas ganas de escuchar la renovación que propondría Alex Anwandter; me interesaba más con buscar en las entrevistas qué cosa iba a responder cuando le preguntaban “Oye, y Teleradio murió? Ya no vuelven?”. Algo así como un luto de negación.

Al final la cero expectativa es parte importante de cómo fui digiriendo la nueva propuesta. Todo partió con “Cabros”, una jugada inteligentísima porque es también lo más parecido a Teleradio que hay en todo el disco. Y eso que se aleja ene de la base guitarra-bajo-batería que tenía la banda, pero de alguna forma uno puede fácilmente imaginarse igual al cuarteto tocándola en alguna versión adaptada. El mismo Alex en vivo hasta hace un tiempo tocaba pegadita ésta con “Bailar y llorar”.

Pero “Cabros” tenía harto más contenido, recubierto en ese velo tan bailable. Partiendo, por ejemplo, del llamado de prender fuego a La Moneda: es una cuestión netamente generacional, porque solo aquellos que superaron el trauma de verla en llamas (simbólicamente) durante toda la dictadura, pueden pensar que hay que quemarle nuevamente para botar todo ese armataje que vino defender las penurias de Pinochet desde los noventa.

Y esto es solo la punta del iceberg que hay repartido en los comentarios del videoclip.

Pero eso vino después. Metido en la negación, recuerdo que en esos meses la nueva música del disco no me logró motivar del todo. Escuchaba el disco completo, como una sola pieza junta, pero no disfrutaba de sus partes. Lo bailaba internamente, pero nica me prestaba a asumir que me gustaba. Me estaba ajustando a esa pará ridícula del “fan original”, del “fan antiguo”.

Todo fue cambiando desde un show en vivo de Odisea al que fui por “acompañar” a alguien, pero declarando constantemente que me iba a aburrir. Ni me acuerdo bien donde fue, pero era un espacio pequeño que se me hizo gigante al ver el desplante de Alex con estas nuevas canciones. Estaba acostumbrado a ver a ese flaco larguirucho con movimientos más pacatos junto a Teleradio, todo muy rock garage con la guitarra al cuerpo; pero con Odisea marcaba una presencia que se comía todo el escenario, envolviéndolo con bailes desenvueltos.

Y yo mismo disfrutando de canciones como “Una nueva vida” o “Nuestra casa de violencia”, cuyos nombres no me había querido memorizar casi adrede hasta entonces. Me acuerdo mucho que los días siguientes al concierto volví a repasar varias veces el disco para encontrar esas canciones que había disfrutado tanto, tratando de acordarme de las letras y coros que tenía pegados.

Igual yo creo que mi negación murió de forma definitiva cuando salió el video de “Casa Latina”.

Yo creo que de ahí fue una cuestión casi hormonal. El baile, la música y la letra, con un arreglo que hacía guiños a sonidos familiares, se convirtieron en algo así como un “clásico” de adolescencia tardía. Con este video, Alex se hizo una especie de adjetivo dentro de mis círculos, pudiendo por ejemplo servir para referirse a camisas de colores o pasos de baile, así como también a ese eterno sentimiento de desazón de ser el nuevo adulto. Era sentido común ser las víctimas del siglo XX, y nos encontrábamos en eso.

De aquí en más fui encontrando en la nueva propuesta de Alex algunas ideas que, sin estar tan pulidas, con el paso del tiempo se volverían bien esenciales en el discurso que alimenta la fogosidad musical de su propuesta; y que si bien en “Amiga” puede verse de manera más explícita, creo que llega a su punto más alto con su trabajo en “Latinoamericana”.

Pero claro, para llegar hasta ahí Alex tuvo que marcar distancia con lo que venía haciendo con Teleradio. Teníamos una propuesta que gustaba a muchos, que la prensa aplaudía, que había recorrido ya grandes escenarios, y que después de 2 discos se afianzaba como parte de la oleada de propuestas musicales insignes de la música local de esa década. Cortar con eso para probar una nueva apuesta califica para ser llamada, justamente, una “Odisea”.

(Texto por Carlos J.).

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