La noche del jueves recién pasado, siendo los primeros en la fila como de costumbre, nos preparábamos con la Cata para disfrutar de la tocata, rememorando encuentros previos con la banda, haciendo esos típicos juegos premonitorios: “¿irán a tocar ésta?”, “no, esa nunca la tocan pero sería bacán” etc. En definitiva, compartiendo algo de nuestros imaginarios y expectativas en relación al show. Estábamos en esa cuando llegó la Quiro, amiga bien cercana de la Cata y la fan más fan que he conocido de Protistas. Así que ahí nos quedamos los tres, mientras la hora avanzaba y con ella nuestras ya populares ansias. Nefertiti (2014), el último disco de la banda, cumplía un año desde su lanzamiento y los Protistas invitaron a festejarlo con un sudoroso show en el Bar El Clan. Ya he contado en otros post que el nombre hace honor a la gata Nefertiti, aparecida en la portada del disco junto a una bebé –para la ocasión con gorrito cumpleañero 🎉 – (y hermana de Álvaro). Cada vez que recuerdo este detalle el disco me gusta más.
Pasaditas las 12.30, Álvaro (voz) y sus secuaces –Julián (guitarra), Alejandro (bajo) y Ándrés (batería)– subieron al escenario; la Quiro se puso de pie inmediatamente casi como en la iglesia, la Cata empezó a buscar mejores ángulos para las fotos y yo me dispuse a disfrutar los sonidos noiseros/poperos sin dejar de atender todo lo que hasta ese momento pasaba al interior del lugar. Desde mi parecer, los shows de Protistas suelen ser bien movidos e intensos, por lo que mi expectación era alta. “Florecimiento” abrió la jornada, la canté a todo pulmón pues es una de mis favoritas. Le siguieron “Hospital Salvador” y “Ojos favoritos” los dos últimos singles del disco, cada uno con videos geniales fácilmente encontrables por yutub.
¡Hola buenas noches somos Protistas!, un pequeño saludo al público y un guiño de Álvaro a la Quiro, que a menos de dos metros del escenario parecía estar tan conectada con la música de los chiquillos, que daba la impresión se subiría en cualquier momento al escenario para cantarlo todo. “Granada” y “Tatuaje conmemorativo” fueron las siguientes canciones; cómo brillan las cruces! exclamábamos algunos recordando así como inconscientemente el “gran segundo gran” disco de la banda. Los acordes fluían bien, prolijos, la voz de Álvaro replegaba los espacios del Bar y la energía de la Quiro me hacía perder de foco el detalle que hasta ese entonces ya comenzaba a definir parte de lo que finalmente resultaría este encuentro. Un tímido público, alejadísimo del escenario, comenzó a recibir la melodía lúgubre y eriza pelos de “En mis genes”.
Álvaro fue quién dio la señal de aquella inhibición no tan típica del público que al menos yo acostumbro a ver apolillado cerca de los cuatro músicos. Le voy a pedir al público que se acerque más, frase que consiguió que poco a poco la proxémica fuese tornándose más apañadora. En ese mismo momento también agradeció a la Quiro (a quién seguramente ya ha visto en varias ocasiones) por la buena onda, dedicándole la tocata. La Quiro sólo atinó a ponerse nerviosa mientras con la Cata nos reímos jaja y nos enorgullecíamos de su performance que al parecer animó al vocalista. Aunque a algunos les moleste, debo comentar en este punto la estupenda camisa que traía puesta Álvaro, y es que siempre he querido preguntarle dónde consigue su ropa. Bueno en fin… el show continuó con “Eurodisney” y “Mi Familia”. Ahora afinaré un poco para este pequeño homenaje comentó Álvaro mientras con guitarra acústica en mano y Alejandro con su trompeta, interpretaron “Volar en llamas”, sacando el espíritu más grunge de la banda. Le siguió “Incendio en mi corazón”, “Me atrapo X todo” y la balada-sáquenseuno (como ellos la llaman) “Función y guía”. Pegadito al final de esta última sonó “Dientes feos”.
A continuación, Álvaro alertó que quedaban sólo dos canciones. Los acordes fantasmagóricos en el preludio de “Mi pieza” prendieron relativamente al público, siendo ésta según yo, una de las canciones más disfrutadas de la noche. Le siguió “Nefertiti”, canción que da nombre al disco (¿o al revés?) y que arrojó inevitablemente a Álvaro a cantar con la gente hasta entonces reunida. Y ahí estábamos, casi cerrando, con ese momento ya tan conocido y peculiar del show. Cuando el artista emocionado se entrega literalmente a la energía de los fan, no tan fan pero cercanos, o como sea, de quienes por alguna razón deciden hacerlos parte de su repertorio musical, y es más, de su propia historia individual. Así divagaba yo cuando el anunció se hizo real finalizando el show rápidamente. ¿Dónde van los recuerdos cuando ya no queda nadie? nos preguntábamos aún mientras veíamos a la banda alejarse.
Más tarde, en medio de la fiesta, nos encontramos con Álvaro, quien nos comentó que como buena banda under, teníamos que ir a dejar los instrumentos a casa. Aprovechamos de asegurarle que sentimos bacán el show, aunque al parecer fuimos un público más cohibido de lo habitual. Y con ese sentimiento de ambigüedad entre extrañeza y complacencia nos quedamos. Uno pensará ¿será lo paradojal de celebrar un año más de vida de un disco que nos acerca a la muerte? ¿Que nos invita a pensar en ésta? ¿A gozar de esta fantasmática que nos habita y nos trasciende? ó ¿Será simplemente que estas cosas ocurren en los cumpleaños? A que sí, las celebraciones a veces nos imponen ciertas moralejas o como quieran llamarles: se ha destacado por ahí que “la felicidad sólo es real cuando es compartida”. ¿Y este loco que se fumó? Dirán algunos. Eso pensaba yo… que esa era posiblemente una de las razones por las que celebrar voluntariamente un cumpleaños. Si bien Nefertiti no sonó completito y el show no fue tan sudoroso como fantaseábamos en la cuneta antes de que todo empezara, disfrutamos de igual forma la entrega sensata de los Protistas, banda que tiene más que presente que el mejor regalo es poder disfrutar a y con su público. Porque indudablemente son de aquellos que hacen notar cuánto quieren a sus seguidores.
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(Texto por Carlos Jaque // Fotos por Catalina Paz).
