Viernes, 28 de noviembre del 2014
(Ilustraciones por Gabriel Garvo).
Siendo las 3:33 de la mañana y con un insomnio del terror, he vuelto a escribir en este viejo diario de vida que tenía abandonado desde que era niña, ¿desde los 10 años puede ser?
Hay en él historias sobre el colegio, sobre el vecino que me gustaba y un montón de tonteras de cabra chica, pero son anécdotas pasadas y me dan un poco de vergüenza leerlas ahora. Prometo no arrancar las hojas del diario solamente con la intención de reírme de mí cuando cumpla 70 años.
La razón por la que estoy escribiendo en este cuaderno otra vez, es que tengo una nueva historia violenta que contar. Hace algunas horas, durante el lanzamiento del Nefertiti (el nuevo disco de Protistas), mi pololo de 3 meses me mandó a freir monos al África (Nefertiti – Egipto – África, todo calza pollo).
Cuando le dije que tenía dos entradas para ir juntos su reacción fue como “me da lo mismo”. Me sentí mal porque preferí invitarlo a él en vez de al Daniel, que es mi mejor amigo y que de hecho cuando nos conocimos me grabó el “Nortinas War” en un CD con dibujitos y dedicatoria (ahora que lo pienso la embarré con esa decisión).
No voy a mentir; la relación venía rara desde hace unas semanas. Sé que llevábamos poco y nos estábamos recién conociendo, pero algo pasaba y aún no comprendo del todo cuál fue la razón de la PLR. El Joaquín era medio bipolar pa’ sus cosas, quizás por ahí va el tema, aunque creo honestamente que soy yo la del problema, soy yeta de las relaciones, y no es el afán de echarme la culpa, si no que TODAS mis historias amorosas salen jodidas y duran menos que un candy. Quizás repasando los detalles de la noche de este glorioso viernes pueda descubrir los misterios de mi nuevo fracaso amoroso.
Estábamos en un local del centro comiéndonos un completo. Eran las 8 y media y yo miraba la hora en el celular cada medio minuto. La tocata empezaba a las 9 y no quería perderme nada. Recuerdo que le dije “tan lento que comes” y creo que le molestó porque empezó a comer más lento a propósito. Tan así que el ketchup comenzó a chorrear por el pan hasta caer al suelo. Yo ya había devorado mi As queso y mi pie se movía impaciente. Joaquín tomó unas servilletas, se limpió la boca y dijo por fin: “vamos”.
Caminamos varias cuadras hasta el Teatro Cariola, el recorrido se me hizo eterno. LLegamos a las 9 en punto y había una fila ¡enorme!, pero lo bueno es que avanzaba rápido. Cuando entramos ya había empezado Molly Nilsson, una cantante sueca que yo no conocía.
Nos pusimos cerca del escenario a ver a la tipa y debo decir que me aburrí harto. Yo veía la cara de Joaquín lateado y con ganas de no estar ahí. Molly ponía unas bases y cantaba encima, mientras yo rezaba que ojalá una de esas pistas fuera un regetón pa’ prender un poco la cosa. Igual la gente la aplaudía harto, pero no sé, yo quería puro escuchar las canciones de Nefertiti en vivo y la telonera era el obstáculo para mi hermosa misión.
Cuando terminó su show, Joaquín me dijo “que fome la mina”. No quise darle la razón y le respondí “igual tenía su mística loca”. Fuimos atrás donde había un mini bar y no había mucho para elegir así que me compré unas galletas (el hambre es algo que no se detiene en mí).
En el intermedio, Joaquín me dijo que quería hablar conmigo sobre algo y que tenía que ser en ese preciso momento. Apenas lo mencionó, se apagaron las luces y yo lo tomé de la mano para correr cerca del escenario. Protistas abría el show con Nefertiti, temazo que da nombre al disco. Estaba tan emocionada de escucharla en vivo, aunque era una canción que habían adelantado en shows anteriores, cuando todavía no existía el disco. Le siguieron puras nuevas, como “Hospital Salvador”, “Ojos favoritos” y “Eurodisney”. En esa última canción, Joaquín interrumpió mi emoción para hablarme al oído. “Ana, quiero que hablemos”. Yo lo escuché pero me hice la tonta.
Protistas puso freno a “Nefertiti” para regalarnos “Mi Pieza” del disco “Las Cruces” y luego “Incendio en mi corazón” del “Nortinas War”. Yo estaba más que contenta, y la gente a mi lado también, pero Joaquín tenía una cara como de tres metros. Le iba a preguntar qué onda, qué era lo que quería conversar, pero empezó “En mis genes”, el primer single del nuevo disco y preferí cantar. Es bacán esa canción, es tan Protistas. No sé si esa frase tiene mucho sentido, pero para mí la banda tiene un sonido, un color, hasta un olor demasiado característico. Pareciera que su repertorio fuera una larga e intensa canción que dura una hora, no porque sea monótono, sí lo es un poco, pero es una atmósfera bacán, un ambiente oscuro y melancólico que te hace sentir parte de algo muy lindo, y que es la música al fin y al cabo. El reino más pequeño (que es lo que significa “protista”) está gobernado por las canciones. Y eso es lo maravilloso de este grupo.
Después vino el instrumental “Dj Hans Castorp” y le hablé a Joaquín. Le tomé la mano y me incliné para darle un beso, el cual me respondió sin mucho entusiasmo. Le pregunté qué le pasaba y guardó silencio. Se quedó mirando la guitarra de Álvaro Solar que conjugaba perfectamente con los arreglos de su colega Julián Salas. Me soltó la mano y puso las suyas en los bolsillos de su pantalón. Pensé que estaba aburrido y dije en mi cabeza “filo, un weón no va a arruinar este gran momento”. Sentí que pasaron frente a mis ojos los 3 meses que llevábamos juntos, los dolores de guata en las primeras citas, sus caricias en mi cuello que me mataban, las conversaciones en Facebook hasta tarde, las papas fritas con harto ketchup y las películas en la tele de su pieza. En ese momento me pegué el alcachofazo: este loco me quiere patear.
Comenzó a sonar “Florecimiento” y yo estaba contemplando el escenario, las luces, el bajo de Alejandro Palacios; me puse a pensar muchas cosas. Después vino “Vigilia” y Joaquín me habló en el oído, yo lo miré de frente. Se me acercó nuevamente y me dijo que cree que lo mejor es terminar. Cuando cuente esto a mis amigos no me creerán pero juro por mi colección de carteras vintage que en ese preciso momento empezó “Volar en Llamas”. No atiné a nada, la gente cantaba y yo casi por inercia también me puse a seguir la letra. Me dolieron un poco los ojos como cuando se tiene ganas de soltar unas lágrimas (okey, fueron sólo 3 meses pero soy sensible también, no es agradable que te pateen).
El show de Protistas continuó con “Mi Familia” y luego “Videocámara” que me la canté toda y grité bastante (perdona oreja de la niña que estaba delante mío). “Supertroll” fue mi catarsis y seguí cantando sin pescar nada más. En “Función y Guía”, Joaquín se me acercó y me preguntó “¿Me escuchaste o no?”, yo le dije que sí y agregó “¿Y qué opinas?, le respondí “que bien po, si así lo quieres”. Sonaba “Dientes Feos” y Joaquín se quedó a mi lado en silencio. Yo también.
Después que terminó la canción hubo aplausos. Joaquín se acercó y me dijo “bueno Chao entonces”. Chao, le dije. Lo vi marcharse y cuando me voltee al escenario empezaron a sonar los acordes de “Granada”. Qué irónico. Se fue justo en la única canción que le gustaba de Protistas. “Te vai cuando suena Granada, tonto weón”, pensé. La canté con tantas fuerzas que quedé sin voz. Una niña a mi lado cantaba de igual forma y me animaba a olvidar la tragedia que es que te pateen en un concierto, y no en cualquiere, si no que en el de tu banda favorita.
“Mysterious Skin”, “Me atrapo x todo”, “Nortinas War” y “Nicaragua” fueron las últimas canciones de la noche. Muchas emociones viví en esos 4 temas. Pensé en mí, en los amigos, en los pololos que han pasado y que vendrán. Pero lo que más reflexioné es que los cabros de Protistas se pegaron el manso show, y que uno puede dejar de existir para una persona o viceversa, pero las canciones son inmortales; esas nunca se olvidan.