Para esta nueva entrega del “Dame esos 5” quisimos invitar a un melómano que representa una voz popular y que, tal como muchos cabros que pululan por este sitio, acumula vivencias e historias que tienen como principal banda sonora la música chilena. Está próximo a sacar su segundo libro de relatos rancios, como él les llama cariñosamente, y hoy nos quiso regalar cinco experiencias que van de la mano de cinco melodías que quedaron inmortalizadas en su obscura mente. Hablamos del Mati, el bloguero tras el sitio “Hijo de tigre”, y estos son sus seleccionados:
1. Un temón de aquellos:
Pedropiedra – Uyuyuy
“Hubo una época en la que la rayé harto con Pedropiedra, y la rayé al punto de borrar toda la música de mi celular para poner sólo sus discos (tenía muy poca memoria, dicho sea de paso), que eran lo único que escuchaba por aquellos tiempos. En ese entonces, “El diario de Ana Funk” era un humilde blog emergente (aunque igual de pulento que ahora, que son más grandes y reconocidos), y conocí a sus administradores a la salida de una tocata, cuando me ofrecieron fuego para encender un pucho suelto que recién me había comprado, si mal no recuerdo. Como hicimos buenas migas de inmediato, me comentaron que tenían algo así como unos “pases de prensa” para entrar totalmente gratis a un show del Pedro al bar Constitución. En pocas palabras, me dijeron “upa”, y yo dije “chalupa”. No sé con certeza qué paso esa noche, pero al parecer la gente del bar, al ver que llegamos con credenciales y toda la guarifaifa, nos confundieron con algunos invitados VIP, nos dieron una mesa al lado del escenario y se rajaron con cositas para tomar y picar durante toda la noche: unas empanaditas de queso-camarón por acá, unas brochetas con carne de wagyu por allá, y luego más empanaditas, y vamos poniéndole copete, y después unos sanguchitos con una carne de no sé qué pájaro exótico del cual jamás había escuchado, y así, nos atendieron como reyes durante toda la noche… ¡Ah! ¡Y el concierto estuvo la raja! Aunque bueno, no me quedó otra que corear “Inteligencia dormida” o “Las niñas quieren” con toda la boca llena, pero me obligué a parar con la gula cuando comenzaron los primeros acordes de mi favorita: “Uyuyuy”… ¡Puta que me gusta ese tema! Les juro que la canté con la mano en el corazón y, de puro emocionado, abracé a una chiquilla buena moza que estaba cantando a mi lado tan motivada como yo, y la tarareamos juntos hasta el último acorde, y luego la invité a la mesa VIP haciéndole creer que yo me estaba rajando con todo, y luego nos fuimos a mover el esqueleto a otro lado, como el broche de oro preciso para una noche más que bacán… si supieran, uyuyuy, ayayay…”.
2. Pa’ cortarse las venas:
Manuel García – María
“No sé muy bien qué me pasa con esta canción, pero con sólo escucharla se me activa todo el sector corta-venas de mi cerebro… Y eso que ni entiendo bien la letra… o quizás, y de forma totalmente consiente, ni siquiera le he puesto mucha atención a lo que dice, porque lo que realmente me mata es esa melodía nostálgica que te atrapa desde el principio, ese rasgueo lento que te mantiene en un trance melancólico los casi cinco minutos que dura la canción, y lo digo desde la experiencia, porque la primera vez que la escuché fue una noche que estaba pinchando con una lola a la que le tenía ganas hace tiempo y, justo a la hora de los quiubos, me dijo “Mati, pon algo de música”, “¿Qué quieres escuchar?”, le pregunté, “podría ser el Retrato Iluminado, del Manuel” respondió coqueta, con la mala suerte de que justo la reproducción random tiró este temazo de los primeros y no fui capaz de enfocarme en lo mío… “¿Qué onda Mati? ¿Hice algo malo?” Me dijo al notarme apagado, “no lo sé…” respondí mirando a ningún lado, “creo que esta noche sólo quiero que me abraces… sólo que me abraces…”.
3. Pa’ dejarlo todo en la pista:
Teleradio Donoso – Bailar y llorar
“Nunca he sido bueno para bailar, pero el año pasado conocí a una chiquilla que se creía gótica y de puro califa accedí a acompañarla a taquillar a la Blondie. Al principio inventé mil excusas para no ir a la pista de baile, pero, a medida que las piscolas iban haciendo su efecto, comencé a mover las patitas al ritmo de las canciones de Javiera Mena y Dënver que sonaban ese momento. “Puta que tocan buena música acá”, le dije cuando caché que el setlist era de todo mi gusto, pero me volví completamente loco cuando escuché los gritos que introducen a este clásico de los Teleradio, tanto así que pegué un chillido ultra afeminado, pesqué a la gótica de la mano y nos introdujimos juntos entre la multitud. Lo dejé todo en la pista, lo juro, lo dejé todo, bailé y di vueltas, y luego la di vueltas a ella, y después improvisé unos súper pasos para dejarla loca, y fue tanto el éxtasis que en un momento le dije “¡Súbete a esa tarima y báilame coquetamente!”, “¡No po, si está ocupada!” Me respondió, “¿O acaso no veí al gayo con traje de cuero que está moviendo sus lighsticks ahí arriba? ¿Y si me manosea?”, “¡Si no va a pasar nada oh!” Le repliqué para aleonarla, “a ninguno de los que está acá le gustan las minas, así que súbete, yo te ayudo, pónele color no más”. Cuento corto, el tipo (que era lo más parecido al señor Esclavo, de South Park) comenzó a bailarle a la gótica, después le dijo un par de palabras al oído, ella comenzó a tocarle su torso desnudo y, sin más, comenzaron a atracar frente a mis ojos. No me quedó otra que darme la vuelta y unirme a un grupo de hipsters que estaban sacándose fotos al lado de la barra… ¿Vieron? Lo dejé todo en la pista, todo, todo, todo…”.
4. Pa’ dedicarle a la pierna:
Sinergia – Me gusta me gusta
“Esta canción es mi favorita de Sinergia, banda a la cual sigo desde mi época liceana y que nunca ha dejado de sorprenderme. La letra la encuentro tan bonita, y su melodía tan alegre, que la tengo reservada para el día de mi boda, donde se la dedicaré a mi pierna y le pediré que la bailemos en lugar del vals”.
5. Una canción que te traiga algún recuerdo especial:
Ases Falsos – Fuerza especial
“A fines del 2013 me encontraba trabajando en una empresa donde me explotaban al máximo. Mi misión era sencilla: debía contactarme con potenciales clientes y crear en sus mentes la necesidad de contratar el servicio que dicha empresa ofrecía, a un precio ridículamente alto y bajo unas condiciones que rozaban lo ilegal. Como me negué muchas veces a tales requerimientos, el mandamás me propuso una solución para justificar mi mísero sueldo: “Voh sabí escribir bonito, ¿Cierto? Entonces hazte cargo de nuestro Pan page, y atrae clientes con concursos y hueaitas así”. Sus palabras me cayeron como un regalo divino porque, si bien nunca hice lo que me pidió, me entretuve bastante escribiendo cuentos y sacando la vuelta en Facebook… Fue entonces cuando vi que los Ases Falsos, mi banda favorita, estarían firmando su álbum “Juventud Americana” en una disquería que quedaba a pocas cuadras de mi pega, ¿El problema? Mi jornada laboral terminaba a las 8 de la tarde, y la convocatoria estaba fijada a las 6. Al principio pensé que sería una buena idea inventar alguna enfermedad para virarme de inmediato, un paro cardiaco o una diarrea fulminante, pero recordé que hace no más de dos semanas ya le había echado mano a ese recurso y al final tuve que pagarle al chico Maicol, el dueño de la farmacia-clandestino más rancia de mi barrio, para que me consiguiera un certificado médico trucho, así que corté por lo sano, me armé de valentía, pesqué mi bolsito y me arranqué de la oficina care´raja. Llegué a la disquería a las 6:10, los Ases aún no llegaban (o, según escuché, sólo había llegado Martín, pero andaba en el baño o algo así), compré el “Juventud Americana” y me paré solo afuera del local a esperar que aparecieran… Y aparecieron, no me di ni cuenta cuando tenía a Briceño y al Simón frente a mí, con los ojos achinados y visiblemente agitados, y sólo atiné a decirles “hola, los estaba esperando”. Lo que pasó a continuación fue extraño, pero lo puedo interpretar de la siguiente forma: Los cabros, al venir con cierto atraso, me vieron vestido de terno y, me imagino, pensaron que era el dueño del lugar o algo así, y lo asumo porque, apenas dejé de hablar, el Cristóbal se abalanzó sobre mí para darme un abrazo gigante y decirme “perdón, perdón, nos atrasamos, mil disculpas”, luego Simón me saludó cordialmente, estrechándome la mano de forma solemne e invitándome a pasar. Los tres tomaron asiento alrededor de una mesa redonda instalada en el patio de la disquería. No había mucha gente, y la mayoría de los niños que andaban sólo querían el disco autografiado con el fin de “regalárselo para navidad a un amigo que los escucha”, por lo mismo agarré papa y les metí cháchara hasta que me cansé, les conté que me había arrancado de la pega y ellos me contaron del show que preparaban para el MFEST de ese año. Al finalizar, y como que no quiere la cosa, me dirigí a Cristóbal para realizarle una última pregunta: “amigo”, le dije patudamente, “mi tema favorito del disco es Fuerza Especial… ¿Me podrías dar las notas para tocarlo guitarra?”, “Es fácil po”, me respondió, “espera un poco”. Entonces Briceño se puso de pie, fue a buscar una guitarra que se encontraba tirada en algún lugar del patio y ahí, frente a todos, tocó la primera estrofa de la canción a modo de tutorial, enseñándome paso a paso como poner los deditos para que sonara igual a la versión original. Me despedí emocionado, les pedí que me firmaran el disco y, justo después de decir el “chao cabros” correspondiente, Simón agregó: “Suerte Matías… ojalá no te pille tu jefe”. Buena onda el loco… igual mi jefe me pilló y me metió la media penca, pero no me importaba, al lunes siguiente renuncié y la miseria económica que me azotó después valió totalmente la pena”.
2 respuestas
No leí nada rancio, me lo cambiaron en la posta.
grande Mati, bacan la última historia.