Tarde calurosa de mitad de semana para la primera tocata del verano. La gente con el nerviosismo navideño comprando frenéticamente los regalos en el mall, nosotros en cambio, esperando deseosos el show de despedida más renegado de nuestro último semestre. Nefertiti (2014), tercer disco de Protistas, decía bye bye a sus oyentes en el íntimo y sobrio ambiente de la Sala SCD Vespucio. Bueno, se sabe que es un cambio de ciclo pero adiós en serio ni cagando…
Previo al ritual, se presentaría Niños del Cerro, una de las bandas estelares del Sello Piloto, compuesta por: Simón (voz y guitarra), Felipe (bajo), Ignacio (guitarra) y Pepe (batería). Poco a poco, estos chiquillos de La Florida han ido conquistando el corazón melómano de un público en absoluto populoso y más honesto quizás que cualquier otro. Las expectativas de algunos de nosotros eran altas, pues considerando lo anterior, nos parecía inédita la oportunidad de ver compartir escenario a los Protistas, ya mucho más consolidados, con los Niños, incipientes representantes diría yo, de lo que desde hace un tiempo se perfila como una nueva generación de la escena musical nacional. Fue más o menos a eso de las 20:30 horas cuando los cuatro veinteañeros hicieron su aparición adueñándose del escenario. Con cierta timidez se sintieron los primeros acordes, la voz de Simón, agradeciendo la invitación hacia el inicio del show, fue tornándose progresivamente más decidida. En su presentación de poco más de 40 minutos, Niños del Cerro recorrió casi a cabalidad su primer disco Nonato Coo (2015), uno de los mejores del año a mi juicio, y con el cual cumplen promesas a la vez que plantean otras nuevas.
A mitad del show, la banda sugirió que los asistentes nos pusiéramos de pie. Y claro, la verdad era bastante incómodo estar ahí sentados en nuestras butacas escuchando la música de los Niños, plagada de bases rítmicas cambiantes, guitarras pulcras y ruidosas, invitando al cuerpo a desprenderse de su contención. La costumbre además de que en cada tocata la distancia con el escenario sea mínima sino inexistente, hacía más evidente esta situación. Ya concluyendo su presentación con “Las Palmeras”, a mitad del tema, Simón introdujo algunas frases de una canción en inglés de los Galaxie 500, “Tugboat”, identificada por mí gracias a una ardua y ociosa investigación; previo a esto último declaró: “No creo que la cachen, pero como ésta es la última tocata del año, me importa un pico”. Rescato enormemente ese momento. Justamente con Simón intercambiamos un par de palabras después del show: “En las primeras tres canciones estaba pal pico (…) lo pasamos bien, nos trataron la raja, y siento que el sonido y la producción estuvieron bacanes… lo único yo creo que son las butacas, que no estamos acostumbrados”.
Si bien al parecer les costó entrar en confianza, Niños del Cerro logró desplegar su potencial y autenticidad musical sobre el escenario. Dejaron bien en claro, que pese a estar recién comenzando un, tal vez, largo camino, ya logran hacer explosionar, vibrar y todo lo demás al público.
Y bueno… estuvo muy entrete esta primera parte, tanto que nos hizo olvidar que el encuentro se trataba primeramente de una despedida. Pasadas las 21.30 subieron al escenario Álvaro (voz y guitarra), Alejandro (bajo), Julián (guitarra) y Andrés (batería), saludando al público y agradeciendo a Niños del Cerro por haber aceptado integrarse a la fiesta. En la primera parte del show, Protistas ejecutó los 12 temas que componen Nefertiti en su orden original, como para que nadie dijera después “oye, esa nunca la han tocado en vivo”. “Hospital Salvador”, “Ojos favoritos”, “En mis genes” y “Nefertiti” pegadas una tras otra abrieron el show. Esta última incluyó la proyección de su video dirigido por nada más que Andrés Acevedo, perteneciente a la banda. Las fotos están fenomenales, sobre todo las censuradas por exceso de sensualidad. Luego “Vigilia”, tema raramente incluido en los setlists, vino a calmar el ambiente al interior de la sala.
Volvieron luego a las guitarras y sonidos introspectivos con “Dientes feos”, “Eurodisney” y “Mi familia”. La banda estaba contenta, “es la cuarta vez que tocamos acá, y nunca habíamos llenado tanto”, dando cuenta de que se trataba de un escenario difícil. Con la Cata lo notamos, pues no faltamos a casi ninguna tocata que Protistas realizó este año en los distintos bares de Santiago, acostumbrados a escuchar su música de pie y más sopeados (ah, y de repentito con alcohol en el cuerpo jaja).
No faltó ninguna del Nefertiti, concluyendo el disco con “Dj Hans Castorp”, “Florecimiento”, “Función y guía” y “Me atrapo X todo”. Para convertir la despedida en celebración, la banda continuó el show con “Protesta Protista” (instrumental a modo de transición) y “Videocámara”. La banda aquí tomó un respiro, volviendo a agradecer a Niños del Cerro por el apañe. Continuaron con “Tatuaje conmemorativo”, “Granada”, “Mi pieza” y el ya clásico homenaje de “Volar en llamas”, donde podemos ver a Alejandro dejar su instrumento para tomar la trompeta. Protistas comenzó así a despedirse, cerrando su presentación con “Incendio en mi corazón”, “Una vuelta al mundo” (canción que pocas veces escuchamos en vivo) y “Nicaragua”. Esta especie de regalo extra, me refiero a estas casi diez canciones previas al Nefertiti venidas después, sirvieron para recordarnos que esta tercera obra de arte es sólo la última parte de una historia ya larga, de harto empeño, con muchos aciertos y pocos infortunios.
En este punto, me gustaría añadir lo mucho que significó para mí, que el último video fuese justamente el de “Nefertiti”; en la carátula del disco adjuntan una frase de esta canción: dónde van los recuerdos cuando ya no queda nadie ♪. Las fotografías de los cuatro músicos, ateniendo tiempos pasados, vienen a hablar un poco de lo que esta pregunta mítica de responder así como así, impone a nuestra existencia. Vienen a hacer notar que los otros que nos rodean hacen posible justamente la vida. Ambivalentes frente a la muerte, sólo nos queda entregarnos a la idea del desvanecimiento, permitiéndonos al mismo tiempo, vivir con, para, gracias a los que nos completan. La sonoridad del disco calza perfect con esta “línea” más temática. En fin, la banda concluyó este ciclo, sudorosos y felices, nosotros extrañando un poco el sudor propio, pero con las gargantas irritadas de cantar y acompañar aunque sea en voz a los bacanes de los Protistas.
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(Texto por Carlos Jaque // Fotos por Catalina Paz).